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Luciano De Cecco: la autocrítica sobre el rendimiento en los Juegos Olímpicos y la depresión que atravesó

En Random, el ciclo de entrevistas de Infobae, el jugador de vóley compartió sus emociones tras disputar el último partido con el combinado nacional, reflexionó sobre los desafíos que enfrentó en su salud mental y explicó cómo el lenguaje corporal fue clave para mejorar su performance.

Luciano De Cecco es un destacado jugador de vóley nacido en Santa Fe, Argentina, que se desempeña como armador. Actualmente, forma parte del club Modena en la Serie A1 de Italia, una de las ligas más competitivas del mundo.

Su carrera profesional comenzó tras un giro inesperado. Inicialmente se perfilaba como un prometedor jugador de básquetbol en su club natal, Gimnasia y Esgrima de Santa Fe. Sin embargo, problemas relacionados con sus derechos federativos lo llevaron a cambiar de deporte y dedicarse al voleibol, donde desarrolló una exitosa trayectoria.

De Cecco es un pilar fundamental de la selección argentina de vóley, con la cual participó en los Juegos Olímpicos Londres 2012, Río de Janeiro 2016 y Tokio 2020. En esta última edición, no solo el equipo ganó la medalla de bronce sino que fue elegido como el mejor armador del torneo e incluido en el equipo ideal del certamen. En 2015, contribuyó a la victoria de Argentina en los Juegos Panamericanos de Toronto, obteniendo la medalla de oro tras un emocionante triunfo sobre Brasil.

Su talento ha sido reconocido internacionalmente. En 2011, fue elegido el mejor armador del mundo durante la Liga Mundial de Voleibol. Además, fue una pieza clave también en los clubes europeos en los que ha jugado en el Campeonato Italiano, la Copa de Italia y el Campeonato Sudamericano de Clubes, donde llevó a su equipo a lo más alto.

Más allá de su éxito en las canchas, es un referente para las nuevas generaciones de deportistas. Recientemente fue abanderado de la delegación argentina para los Juegos Olímpicos de París 2024, cita en la que jugó su último partido con el combinado nacional.

Selección

Leo: — Hubo un momento en que todas las selecciones demostraron buenos resultados, la de vóley, la generación dorada en básquet y Messi en los Olímpicos en 2004, ¿sentís que hubo un buen rendimiento de deportes colectivos en esa camada de deportistas?

Luciano: — Sí y salieron muchos ídolos también: Messi, Mascherano, Riquelme y Aimar. Scola, Ginóbili, en lo que fue básquet. Lucha AymarDelfina Merino y MaguiAicega, en hockey. Seguro me olvide de algunos. Mil disculpas.

Leo: — En vóley vos, Conte…

Luciano: — Sí, se terminó la camada de (Marcos) Milinkovic, (Jorge) Elgueta, que fue muy famosa. Hugo Conte que estuvo del mundial 2002 al 2006 y en el 2006 se hizo el recambio. Ahí empezamos a entrar (Facundo) Conte(Sebastián) Solé y los que estamos ahora.

Leo: — Tras tu participación en los Juegos Olímpicos de este año, postraste en tus redes: “Quedarás seguramente en la historia de mi vida personal por haberte dado tan poco vóley”. ¿Es una autocrítica personal y hacia el equipo?

Luciano: — Sí, tuvimos un año bastante trabajado y trastabillado por distintas situaciones, ya sea deportivas o de tener que preparar una olimpiada sin haber clasificado porque empezamos el año buscando esos puntos que nos permitían clasificar derecho y los conseguimos 21 días antes de que empiece la cita olímpica, entonces obviamente fue todo un tema de tener que recrear, cambiar la mentalidad y podernos en sintonía. Lo disfrutamos, dejamos todo, pero no jugamos bien.

Leo: — Fueron derrotas con Estados Unidos, Japón y Alemania.

Luciano: — Sí.

Leo: — ¿Son mejores que nosotros esos equipos?

Luciano: — No sé si son mejores, jugaron mejor. Le hemos ganado a todos los equipos más de una vez, pero en torneos tan cortos, donde el margen de error es tan chico y tenés que meter toda la carne al asador todos los partidos, no se pudo. Nosotros metimos todo lo que teníamos, pero obviamente el vóley no alcanzó.

Leo: — ¿Te deja un sabor amargo que tu última presentación con la Selección sea con esos resultado?

Luciano: — Yo creo que el grupo se merecía mucho más. En realidad me voy amargado por mis compañeros porque para muchos era su primer juego olímpico y vivieron en carne propia lo que es un “sufrimiento de ser el primero y no dar en la talla” porque al final lo que nos pasó es que demostramos es que no estuvimos a la altura de las circunstancias. Trato de hacer autocrítica porque hoy la realidad es esa.

Leo: — Más allá de esta situación puntual, el balance de todo lo que vos fuiste para la Selección es muy positivo.

Luciano: — Digamos que la palabra retiro es más fuerte de lo que en realidad es. Pasé 18 años de mi vida en la Selección, que es prácticamente la mitad de mi vida y mi sueño era representarla. Todo lo que uno construye arriba de eso, es de yapa. Sobre todo después de haber conseguido medallas, títulos panamericanos, sudamericanos y pertenecer, de haber tenido el privilegio ser parte de una Selección que transcurrió cuatro ciclos olímpicos.

Leo: — En un país como el nuestro, que no tiene la infraestructura ideal para sus deportistas, ¿sacrificaste económicamente algo para ir a la Selección?

Luciano: — Sacrificas todo. Para hacer una autocrítica constructiva: jugar con la Selección te saca las vacaciones. O sea estos cuatro meses que vos jugás en la Selección serían tus vacaciones. Vos terminas de jugar sin tener vacaciones y volvés al club con una exigencia mayor porque te piden performar, conseguir resultados, entonces tenés que lidiar con esa batalla mental de estar preparado tanto para uno como para el otro. Estás jugando con la Selección y a las 48 horas tenés que cambiar el chip para otra cosa, con otros jugadores y con otro tipo de equipo.

Leo: — En donde te pagan y te exigen para ganar…

Luciano: — Sí, como en todos lados. Por eso yo siempre digo que para mí la Selección es un privilegio, pero también lo que uno pone y deja de lado. En mi caso cuando conseguimos la medalla en Tokio fue la gloria, entonces eso tapa un poco lo demás. Pero si quiero hacer una crítica constructiva: sí, ponemos un montón de cosas. Ojalá en el futuro se pueda mejorar para que los más chicos no pasen lo que pasamos nosotros.

Leo: — Cuando le contás a un alemán, a un italiano, un compañeros de equipo, que para jugar en la Selección el pasaje te lo paga el club, pero que es plata tuya, que a veces te tenés que pagar el hotel, que ponés dinero de tu bolsillo, ¿entienden esa situación?

Luciano: — No. No te creen.

Leo: — Que vos tengas que pagar cosas como deportista y no el país para representarlo, ¿les parece una locura?

Luciano: — Sí. Yo estoy en Italia en donde el vóley es muy importante, entonces tiene la infraestructura que se podría comparar acá con un equipo grande de fútbol, como River o Boca. Los chicos cobran una mensualidad para ser parte de la selección y gozan de privilegios que obviamente acá no vamos a tener nunca. Nunca la tuvimos y posiblemente nunca la vamos a tener.

Leo: — Pero está mal eso. Deberíamos tenerlos.

Luciano: — Es la idiosincrasia que tenemos nosotros a nivel deporte y nosotros en base a lo que tenemos tratamos de potenciarlo y hacerlo lo mejor que se puede. Por eso nunca hicimos hincapié en lo que no tenemos y deportivamente fuimos a buscar la gloria, el respeto, más allá de lo que uno en realidad “pierde”. En realidad no perdemos nada, ganamos privilegios con la Selección y te da mucho más de lo que perdés. Creo que logramos muchas más cosas de las que en realidad deberíamos conseguir. La idiosincrasia argentina, para mí, es ir por mucho más de lo que tenemos.

Depresión

Luciano enfrentó una dura batalla contra la depresión en un momento clave de su carrera. A pesar de su éxito en la cancha, incluyendo su participación fundamental en la obtención de la medalla de bronce en Tokio 2020, atravesó un periodo oscuro en su vida. La presión constante, las expectativas elevadas y el desgaste emocional acumulado lo llevaron a una situación de agotamiento mental que no podía ignorar y decidió buscar ayuda profesional.

Luego de algunos meses de tratamiento, logró recuperarse. Al contar públicamente su experiencia, remarcó la importancia de la salud mental en el deporte de alto rendimiento. Su valentía inspira a otros atletas y ayuda a no estigmatizar el tema de la depresión en el ámbito deportivo.

Leo: — Llamó mucho la atención que hayas contado que después de Tokio sufriste momentos de depresión, que pensaste en suicidarte y explicaste el efecto que te provocó una pastilla, etc. ¿Tuvo que ver con tu autoexigencia? ¿Por qué crees que después de un logro importante caíste en esa tristeza?

Luciano: — Ojala pudiera tener la respuesta exacta. Yo creo que parte de como uno agarra el laburo y si no ves más allá del laburo, si no tiene afuera familia, hijos o una pareja estable, es como el espejo todo te choca y te vuelve. No tenés para tirar esas cosas afuera, tanto positivas como negativas. Yo soy una persona que me gusta hablar relativamente poco de mis sentimientos y mis cosas, siempre trato de automejorarme o automasacrarme.

Leo: — Sos extrovertido, te gusta hablar, pero no de tus cosas más privadas…

Luciano: — Soy extrovertido dentro de la cancha, tengo un rol en el vóley que me permite hacer cosas que posiblemente en mi casa no hago. Yo creo que Tokio fue el puntapié de un montón de cosas que se sumaron: de autoexigencia, de sueño, de querer cumplir, llegar, dar, de performar y todo lo que vos hacés para ese objetivo final te lleva también a la locura, en el buen sentido. Terminás siendo un maníaco de lo tuyo, de tu laburo, de tu deporte, de tu profesión, de tu rol y no querés quedar mal con nadie.

Leo: — ¿Vos te diste cuenta que estabas triste, deprimido? ¿Pudiste identificar el momento en el que empezaste a sentirte mal?

Luciano: — Sí, al toque. Termina Tokio, vengo a Argentina, hago cuarentena en mi casa. Creo que eran 10 o 12 días. Después fui a Santa Fe con mi familia y ya ahí no me quería volver a Europa porque tenía que arrancar con el club. Volví raro. Era muy difícil que yo no tuviera ganas de jugar, de entrenar, a mí me gusta, me divierto. En vacaciones incluso trato siempre de hacer algo deportivo. Sentía como que me estaba chupando: no tenía energía, estaba cansado, bostezaba todo el tiempo. Empecé con insomnio, me costaba ir entrenar y maquinaba. De noche no podía dormir, dormía solo día y ahí se desencadenó todo. Empecé a tratar de entender por qué y a buscar entre cosas mías, pero empeoró. Empecé a soñar, me despertaba todo transpirado, tenía miedo a dormirme…

Leo: — ¿Todo eso lo pasaste solo?

Luciano: — Sí, con mi perrito.

Leo: — ¿No se lo contabas a nadie?

Luciano: — Mis viejos son grandes, estaban en Argentina. No quería generar un mal innecesario.

Leo: — No querías poner mal a nadie, te la bancaste solo.

Luciano: — No le dije a nadie ni en el club.

Leo: — Hasta que hubo un momento crítico…

Luciano: — Sí, nadie se enteró del momento crítico en el club. Se enteraron después cuando lo conté en una entrevista. Yo me levantaba, iba entrenaba, jugábamos partidos, ganábamos, en ese año ganamos la Copa Italia, la Super Copa, la Liga. Al único que se lo conté fue al entrenador, porque obviamente en un momento me buscaron y me dijeron: “¿Qué te pasa? Venís ojeroso, estás todo el día bostezando, no hablás”.

Leo: — Te notaron raro.

Luciano: — Físicamente estaba como chupado. Hubo un momento en el que no la pude disimular más, entonces me llama el entrenador y le digo: “Vamos a tomar un café”. Le conté, pero le pedí por favor que no le diga a nadie.

Leo: — ¿Te acordás tus palabras textuales en ese café?

Luciano: — Le dije: “Coach te tengo que mostrar una cosa” y le di el diagnóstico del psicológico traducido en italiano. “Tengo esto”, le dije y le di el celular. Él lo leyó, se sacó los anteojos y empezó a lagrimear.

Leo: — ¿Qué decía el estudio?

Luciano: — Decía: “Luciano De Cecco estrés postraumático grado 3, situación de debilitación de no sé qué. Reposo absoluto por 40-45 días y tratamiento de algunas pastillas, psicologo, mental coach y foros”. A mí me lo escribieron así y yo lo expliqué.

Leo: — ¿Y él que te dijo?

Luciano: — Me pregunta: “¿Estás bien?” y le digo: “No, pero creo que estoy capacitado para rendir en la cancha”. Le pedí que no se lo diga a nadie porque no quería que todos los días me preguntaran cómo estoy, que me llamaran… No quería la compasión ni ser el pobrecito del momento porque sabía que iba a empeorar, entonces no quería esa atención. Para mí siempre el equipo es más importante que lo individual, entonces nunca voy a poner la atención sobre mí en un deporte grupal.

Leo: — ¿Y tuviste apoyo de tu familia?

Luciano: — Cuando vinieron a verme. Se los conté 5 o 6 meses después. Después tuve el episodio de la pastilla, de los sueños que me comían cocodrilos, anacondas y esas cosas, que son raros y no pasan normalmente. Yo lo soñaba eso todos los días a toda hora.

Leo: — ¿Te perseguían para matarte?

Luciano: — Sí, me perseguían. Yo soñaba eso y sentía cosquilleo mientras dormía. Era como en las películas.

Leo: — ¿Cuánto duró este proceso?

Luciano: — Desde el 15 de noviembre del 2021 a febrero o marzo del 2022. Unos tres meses largos. Ese fue el momento en el que yo lo sentí fuerte.

Leo: — Así como te diste cuenta del momento crítico, ¿cuándo sentís que saliste de esa situación?

Luciano: — El día que dormí ocho horas seguidas. Habíamos hecho estudios médicos con el equipo a la mañana y nos habían dado la tarde libre. Mi mamá estaba en casa y me estaba ayudando a organizar la ropa de sponsors que me habían llegado. Yo me recosté y me quedé dormido. Dormí desde las 4 y media de la tarde hasta las 12 de la noche. Literal.

Leo: — ¿Ocho horas seguidas después de tres meses y medio?

Luciano: — Sí, de ahí me levanté sorprendido. Empecé a andar mejor, a recuperar peso y a dormir. No tenía sueños raros y no tenía miedo a dormirme sobre todo.

Leo: — Cuando miras para atrás, ¿te parece increíble que te haya pasado eso a vos?

Luciano: — Me parece increíble que haya podido contarlo. Me dijeron que lo que yo sufrí, en realidad lo sufre un montón de gente. Inconscientemente muchos lo sufrimos o lo tenemos, pero no muchos se dan cuenta y lo asimilan. Yo lo sufrí muy fuerte, más de lo normal, y lo peor es que nunca lo conté.

Leo: — Con la experiencia que tuviste, ¿aconsejas a otros que están pasando por lo mismo que lo cuenten?

Luciano: — Sí. Nadie te puede ayudar si vos no lo contás. Yo elegí no ser ayudado. Siempre digo: “No lo hagan”. Pero tienen que elegir a la persona a quien se lo cuentan porque si es la persona equivocada no funciona.

Su rol en el vóley y en otros deportes

Leo: — Tu papá es entrenador de básquet y es un deporte que también te gusta. En Santa Fe hiciste de todo cuando eras chico, ¿no?

Luciano: — Sí, de todo. Básquet, vóley, tenis y natación. En realidad me inscribí a natación, terminé jugando al básquet y después vóley.

Leo: — ¿En qué otro deporte sos bueno?

Luciano: — En básquet. Yo voy a jugar al básquet cuando me retire del vóley. Me prenderé en los +35 o +40. Creo que haré eso.

Leo: — O sea que el Top 3 de deportes para vos es: Vóley, Básquet, ¿y qué más? ¿Cuál sería el tercero?

Luciano: — Me gusta el tenis, jugarlo y mirarlo. Golf practiqué, pero me aburre. Es bueno y es relajante, pero necesito un deporte en donde se corra, que haya acción.

Leo: — Vos jugas de armador.

Luciano: — Sí.

Leo: — ¿Es fácil?

Luciano: — No, es horrible (risas), pero es hermoso a la vez.

Leo: — ¿Por qué es difícil? ¿Tenés que dejar contentos a todos?

Luciano: — Llevo el futuro de cada pelota de cada compañero. Soy el cómplice de lo que puede llegar a pasar en los próximos 10 segundos o no. No es que tenés que dejar contentos a todos, pero tenés que tener una especie de empatía a la hora de jugar que sepan que en cualquier momento les puedo dar la pelota.

Leo: — Sos como el anfitrión de tus compañeros.

Luciano: — Desgraciadamente sí.

Leo: — Sos como un segundo entrenador, el que tiene que pensar la estrategia y llevar adelante la función del equipo adentro de la cancha. Tal vez tiene algo que ver con lo que te pasó…

Luciano: — También. Puede ser que pienso demasiado (risas). Conozco mucho más a mis compañeros de lo que ellos piensan que los conozco porque los miro, los observo, sé cuándo están bien o cuándo están mal…

Leo: — ¿Cómo te das cuenta?

Luciano: — Algunos a veces me doy cuenta por cómo caminan, cómo están en el vestuario, etc.

Leo: — ¿Eso es natural o lo hablaste con alguien alguna vez para hacer una observación del lenguaje corporal?

Luciano: — No, en realidad leí un libro sobre lenguaje corporal y todos tenemos patrones. Obviamente, es muy difícil identificar el patrón de tu compañero. Pero los observo bastante para ver qué hacen cuando reciben la pelota a la izquierda, a la derecha, lo miro también en videos, cuándo es el mejor momento para que les dé la pelota y cuándo no conviene… Todas esas cosas.

Leo: — ¿Vos podrías ser entrenador de vóley como tu papá de básquet? ¿Te gustaría?

Luciano: — No, no quiero. Creo que hay una división entre lo que es ser jugador y entrenador. Para mí para ser entrenador necesitas tener aptitudes diferentes a las de ser jugador: tenés que tener paciencia, saber manejar a un grupo, interpretar e interceder en diferentes cosas. Yo creo que eso lo tengo a la hora de jugar, pero liderarlos de afuera con meses de preparación no es lo mío. Hay muchos jugadores que se vuelven entrenadores y son muy buenos; y hay otros que no supieron serlo. La vara es muy fina. Prefiero hacer otra cosa.

Fuente: Infobae

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