En la Casa Rosada bajaron el tono a la discusión, luego de que la ex ministra dejara trascender que su voto en la ONU había sido consultado con referentes de diálogo del Presidente. Las variables de su imagen ante la opinión pública y el vínculo personal con Milei.
Después de la intempestiva eyección de Diana Mondino del Ministerio de Relaciones Exteriores, Javier Milei dio un giro en el que buscará contener a Diana Mondino. El primer paso fue a través de Guillermo Francos, al anunciar que seguirá en algún cargo, aún misterioso. Pero la salida de los funcionarios que ella nombró, en el marco de una “purga ideológica”, no se detendrá, advierten en la Casa Rosada, a la espera del desembarco de Gerardo Werthein post-elecciones en EEUU.
Mondino aún no se expresó sobre este ofrecimiento público y en su entorno, con alta reserva, sólo dijeron que no recibió una propuesta formal. “Hay que ver si quiere, quedó muy golpeada”, deslizó un funcionario de línea que persiste en la sede de la Cancillería. Se refería a la serie de represalias que tomó Karina Milei en su contra durante los últimos meses, interviniéndole el ministerio, o excluyendo a la ministra de cumbres de peso, como el G7. Y que culminó con un despido por la vía de trascendidos en los medios y, finalmente, con un comunicado.
Milei tenía una relación muy afín y fluida con Mondino, en especial durante la campaña, cuando se veían y hablaban a diario sobre la recepción internacional que empezaba a provocar su figura. Esa cercanía continuó en los primeros meses de la administración libertaria. Pero el vínculo comenzó a erosionarse desde aquel episodio de junio, en una Mezquita, con los representantes de los países árabes. Y testigos de su gestión cuentan que desde entonces estaban cada vez más distantes.
De hecho, mirando en retrospectiva -más allá de los dimes y diretes que en el cuerpo diplomático ya denominan “una comedia de enredos”-el problema de la votación ante la ONU sobre Cuba se debió, justamente, a que el diálogo entre ambos estaba prácticamente cortado. “Diana podría haberle mandado un mensaje para preguntarle por algo tan sensible, que podía tener distintas lecturas e interpretaciones. No lo hizo porque no tenía abierto ese canal. Antes sí hablaban directo, ahora ya no lo hacía, no se sentía habilitada”, contó un funcionario de carrera.
En este contexto, desde que la echaron, el miércoles, se suscitó una escalada de acusaciones mutuas entre el entorno de la -desde hoy, ex- canciller, y la Casa Rosada. Cerca de Mondino salieron a contar que tanto Karina Milei como el secretario de Culto, Nahuel Sotelo, delegado de Santiago Caputo, habían sido consultados sobre la determinación de votar en la Asamblea de la ONU con la mayoría de los países y en línea con la posición histórica de la Argentina, a sabiendas de que sería complicado.
“Para eso, los tendrían que haber echado a todos, del primero al último, y no sólo a Diana”, dijeron. Con ese razonamiento, la funcionaria habría sido el “fusible” de una decisión que sí estaba consensuada. Pero en el círculo del Presidente se defendieron, negaron tener conocimiento, y cuestionaron el contraataque. “Nadie sabía, tomó una mala decisión y el Presidente perdió la paciencia”, dijeron.
En medio de la escalada, Milei ordenó bajar los decibeles. Esta tarde, el ministro coordinador, Guillermo Francos, que cumple un rol de diplomacia dentro del propio gobierno, salió a sanar heridas, como tantas veces después que hubo cambios complejos en el Gabinete. “Javier siempre quiso cuidarla, le tiene mucho cariño. Si era por otros, ella no seguía. No va a querer que quede todo mal”, dijeron en Balcarce 50. Y recordaron que la imagen de la canciller entre los seguidores del espacio libertario tiende a ser muy positiva.
Así, buscaban bajar los decibeles de un conflicto interno que se tensó originalmente por la desaprobación de Karina Milei, y a pesar de que el asesor Santiago Caputo, si bien reprobó algunas de las decisiones de Mondino, apoyaba su continuidad -de hecho, cuentan se enteró por los medios de que el Presidente la había desplazado-.
Mientras tanto, Gerardo Werthein termina de cerrar su gestión en la Embajada de Estados Unidos y volverá a Buenos Aires para instalarse en el Palacio San Martín sólo después de las elecciones del próximo martes. Si bien sus pasos aún están bajo siete llaves, en el Gobierno dan por hecho que la lista de funcionarios y diplomáticos que serán desplazados de sus lugares, en el marco de la “purga ideológica” impulsada por la intervención de Úrsula Basset y Nahuel Sotelo, será larga.
Fuente: Infobae