Sebastián Mascherano, además de ser el hermano del entrenador de la Selección argentina Sub 23, trabaja en la Agencia de Prevención de Consumo de Drogas y Tratamiento Integral de las Adicciones (Aprecod) de la Provincia de Santa Fe. Hace 12 años está recuperado y comparte su experiencia para ayudar a otras personas, aunque asegura que es “un enfermo rehabilitado”.
En una charla profunda con un medio perioodítstico, el autor del libro “El infierno tan temido, historia de un sobreviviente” reveló que empezó a consumir en su juventud, cuando su hermano subcampeón del mundo tenía apenas 9 años. En ese momento, era un reconocido empresario de la noche. De hecho, le resultó complejo convertirse en el Mascherano menos conocido.
“Cuando pasé a ser ‘el hermano de’, no me gustó y me molestó. Entonces tenía que drogarme cada vez más para que hablen de mí, para llamar la atención haciendo diferentes macanas o desastres para que me señalen”, recuerda Sebastián. Y agrega: “Un adicto es una persona que no se quiere, entonces no puede querer a otros. Yo destruí mis vínculos”.
Sin embargo, también fue una luz entre la oscuridad: “Dentro de la locura no fui tan loco; Javier siempre supo que me drogaba y tuve la suerte de que me pagara la internación, hoy sale 600 mil pesos por mes aproximadamente. Mi contexto no fue igual al de un pibe de 8 años en una villa, que no come ni duerme ni estudia. Soy un privilegiado: el 98% de los que se drogan no llegan a una internación y cuando salen no tienen laburo ni familia. A mí me esperaron con un local para trabajar y mi socio cuidó a mi hijo”.
“Volver a vincularme fue un trabajo difícil de un año y medio: mucha terapia, sanar por dentro, pedir perdón… La cocaína fue mi gran amor, perdí una familia por eso; consumí 18 años, fui un manipulador y tuve que empezar a hablar con la verdad para ser transparente. Hoy me llevo bien con mi hermano, mi hermana y con toda mi familia; mis padres pudieron encontrar a un hijo. Ellos me acompañaron en toda la internación, yo tenía 35 años, no era un nene”, reflexiona Sebastián.
El narcotráfico mata a los pibes y la droga mata los sueños
En estos días en los que Rosario está en el centro de la escena, Sebastián relata momentos dolorosos de su vida con el afán de que pueda servirle a otra persona: “Viene sucediendo hace mucho y es más de lo mismo, pero no podemos dejar de lado las muertes. Hace años está en aumento la oferta y demanda de sustancias; la brecha de consumo bajó, antes empezábamos a consumir a los 17 y hoy los pibes arrancan a los 10 años”.
El narcotráfico suele llegar a lugares donde no lo hace el Estado, entonces se transforma en una alternativa para muchísimos pibes, ya sea como fuente laboral o como la única salida frente a una situación crítica. Sin embargo, en los barrios populares se convierte en una encrucijada, pues probablemente esos chicos terminen presos o muertos.
“Las drogas lastiman el cerebro y endurecen el corazón. Si no podés pensar ni sentir, podés matar o matarte. Jamás irías a robar un cable con riesgo a quedar electrocutado, a menos que no midas las consecuencias y tu cuerpo necesite ese químico de las sustancias”, asegura Mascherano.
Y se anima a profundizar: “La falopa te destruye económica, afectiva y emocionalmente. Y al falopero se lo señala, es un monstruo, pero no: es un enfermo, como hay tantos otros. Yo toqué fondo, dejé de quererme y hace 12 años me descubrí”.
Qué perdió por la droga: el infierno tan temido
Sebastián Mascherano se abre para contar su historia: “Ingresé al mundo de las drogas como el 99%, por curiosidad, para probar, por pertenecer… Rebeldía. Uno nunca piensa que va a terminar como yo, 18 años drogándose, es como cuando fumás el primer cigarrillo sin saber que después te vas a bajar dos atados por día. En definitiva, es una forma de evadir la realidad, buscás llenar un vacío o un dolor; pero después pasa a ser algo químico y terminás siendo droga-dependiente”.
“Me perdí lo más lindo de mi vida: ver crecer a mis hijos. No van a volver a tener 8 o 10 años. La droga es todo pérdida: en lo económico, en lo afectivo… Por eso es importante que nunca se droguen, la prevención lo es todo”, asegura.
Cómo hizo para salir de la adicción: la historia de un sobreviviente
Sebastián Mascherano decidió tratarse en febrero de 2012, después de despertarse tras varios días y ver llorar a su hijo Roco, que entonces tenía 8 años. Ese fue el clic que le cambió la vida: “Tengo la suerte de que no quedé muerto y pude llegar a una clínica, tengo amigos que no. Hay seis valores que uno debe tomar para rehabilitarse: primero, aceptarse y dejar de mentirse. Segundo, cambiar la soberbia por la humildad”.
“El tercer valor es la transparencia, hablar con la verdad después de mentir tantos años. El cuarto es reconciliarse con uno mismo, perdonarse. El quinto es sostenerlo en el tiempo y el último es hablar, para que otros escuchen tu experiencia”, enumera.
En pocos días se cumplirán 12 años desde que Sebastián Mascherano se recuperó de las drogas, aunque es una lucha del día a día. En este sentido, tiene un sueño marcado: “Sé que la droga no se va a acabar nunca, pero de acá a que me muera quiero que haya menos consumo. Si hoy de cada 10 consumen 6, quiero que en 30 años lo hagan dos. Que las familias entiendan la importancia que tienen en la educación de sus hijos, así evitan que vayan y la compren. Cuando eso pase, habrá menos oferta”.
Fuente: TN