A siete meses para las elecciones presidenciales primarias, la economía ingresó al nuevo año con el dato de inflación de diciembre por encima del 5% mensual, ritmo de actividad en desaceleración mayor al esperado por la estacionalidad, más reservas de libre disponibilidad en el Banco Central que hace un año, y con algunos factores que empujan al alza las cotizaciones paralelas del tipo de cambio.
Las consultoras y centros de estudios empiezan a vislumbrar, desde temprano en este 2023, cómo será la economía en los próximos meses y cómo podría llegar cuando tenga lugar la instancia electoral que decidirá quién gobernará la Argentina por los próximos cuatro años.
Analytica eligió evaluar qué condiciones podría derivar, hacia el momento de las elecciones, en una inflación más o menos acelerada que la actual. Y qué diferencias hay con otros procesos electorales. En ese sentido, una de las conclusiones del estudio es que este año podría ser más parecido, en términos generales, al 2019 en que perdió el oficialismo, entonces conducido por Mauricio Macri.
“Para el 2023 mantenemos nuestra postura respecto a una leve desaceleración de la inflación si el gobierno continúa evitando un nuevo shock en el dólar oficial y en los paralelos. Así se repetirá una máxima de las elecciones presidenciales: la inflación desacelera en el mes clave”, explicaron desde la consultora que dirige Ricardo Delgado. “La postura de la política económica es de las más deflacionarias de las últimas cinco elecciones presidenciales. De todas formas, la tasa de inflación mensual es también tres veces superior al promedio”, alertaron.
Al evaluar la política de ingresos, Analytica observó que a partir del 2019 se produce un cambio respecto a las tres elecciones presidenciales anteriores como consecuencia de la crisis que se inició en 2018. “Hoy solo el 25% de los resortes de la política de ingresos impulsan los precios, en línea con lo observado en 2019. No hay espacio para medidas expansivas”, mencionaron.
Ven poco margen para subir el gasto público. “Esperamos que continúe la consolidación fiscal, especialmente del lado del gasto, en línea con el acuerdo con el FMI. No vemos que los salarios se recuperen de tal manera que empujen la actividad, ni que el tipo de cambio real tenga un aumento significativo: habrá un fuerte control, anticipan, por la vía del sistema SIRA y eventualmente con otras medidas extraordinarias como el dólar soja”, destaca el estudio de marras.
Las políticas monetarias y cambiarias también preparan el terreno para que la época de compulsa electoral tenga una inflación más controlada, cree Analytica. “La política monetaria y fiscal contractiva ayudan a contener la inflación y si la relación reservas internacionales/importaciones no cae, también aportan a su desaceleración al quitar presiónsobre la cotización del dólar”, aseguraron en el consultora.
“A un año de las próximas elecciones vemos que los agregados monetarios caen, operando en favor de una menor tasa de inflación. En la misma línea apunta la mejora del resultado primario acumulado a los meses de las elecciones”, continúa un informe de la consultora que dirige Ricardo Delgado.
Por eso, como conclusión, “hoy en promedio sólo el 33% de los resortes de la política macroeconómica del gobierno apuntan a subir la tasa inflación. Sin embargo, si tenemos en cuenta el desembolso aprobado por el FMI y su impacto en las reservas internacionales, seguramente ese guarismo se ubicará en 0% al igual que en 2019″, mencionaron.
Tres variables claves y sus puntos críticos
Por su parte, PxQ, la consultora que fundó el ex viceministro de Economía Emmanuel Álvarez Agis, también trazó su mapa de la economía en el año electoral. Lo hizo a través de tres escenarios.
“El cumplimiento de Precios Justos depende que las empresas puedan llenar las góndolas y eso está determinado por el acceso al tipo de cambio oficial para abastecerse de importaciones y por la evolución de los costos de las empresas. A su vez, el acuerdo con el FMI tiene componentes inflacionarios y recesivos y esto podría entrar en conflicto con los objetivos del gobierno”, consideró la consultora.
En un primer supuesto, PxQ imagina una inflación a la baja, que no baje al 60% diciembre – diciembre presupuestado, pero sí a un rango de entre 75% y 80%. Con un escenario de esa naturaleza, los salarios privados le ganarían a la inflación, habría un empuje cierto a la actividad y crecería, en paralelo, la demanda de divisas para la producción.
Para que esto suceda, la consultora imagina una sequía “moderada”, ingresos de divisas y una deuda en pesos bajo control. “La única forma de compatibilizar la reducción del déficit fiscal con una inflación en descenso y actividad creciendo es con mayor oferta de divisas. Si se busca reducir subsidios vía aumento de tarifas, la moderación de la inflación deberá venir por el lado de una política monetaria consistente con una tasa de inflación menor (tienen que bajar el ritmo de crawling peg y la tasa de interés) y de acuerdos con empresas y trabajadores”, consideró PxQ.
El segundo escenario es uno en que una ruptura política en el oficialismo o un desacuerdo mayúsculo con la oposición complique el frente de la deuda en pesos. En ese caso, la consultora avizora que podría haber un ajuste fuerte en los tipos de cambio paralelos que frene la acumulación de dólares, interrumpa la reducción de la inflación y corte la recuperación económica.
“Si el equipo económico continúa firme en su decisión de no devaluar, el ajuste vendría por las cantidades importadas. En este contexto, la estrategia anti-inflacionaria vía acuerdos como Precios Justos fracasaría y se volvería a una inflación mensual en torno a 6,5% – 7%. A su vez, la actividad económica, dada la mayor inflación y la escasez de divisas, se vería interrumpida. Este escenario es de estanflación”, definió PxQ.
El tercer escenario es el de la escasez de divisas por una sequía más grave de lo esperada. En ese caso, la consultora de Álvarez Agis proyecta una presión devaluatoria mucho mayor, lo que tendría un correlato en aceleración de la inflación y en contracción del PBI.
“En el tercer escenario imaginamos que no se cumpliría el objetivo del Gobierno por una crisis originada en el mercado cambiario oficial lo cual llevaría a una inevitable devaluación. Un disparador evidente podría ser la sequía. En este escenario, la inflación sería superior a la de 2022 y la actividad económica caería”, resumió PxQ en un reporte especial para clientes.
La manta corta
Una visión alternativa es la que ofrece la consultora LCG, que proyectó que el año electoral estará marcado por los límites que la coyuntura le impone a la política económica e imagina un escenario como el del segundo semestre de 2022 extendido hacia el 2023.
“La política económica estará enfocada y haciendo esfuerzos en racionar importaciones tratando de dañar lo menos posible al nivel de actividad. Estrategia que se da de bruces con el otro objetivo que será controlar a la inflación. Tarea difícil que puede encontrar algún éxito a muy corto plazo pero que presentará un desafío adicional: reducir más el déficit fiscal implica ajustar algunos precios de regulados claves como transporte y tarifas de electricidad y agua”, aseguró ese centro de estudios.
“El principal desafío durante el 2023 para la conducción económica en caso de querer continuar en la senda actual será la de enfrentar la conflictividad social y la incapacidad de generar entusiasmo electoral en el segundo semestre del siguiente año. La primera mitad del año será muy parecida a lo vivido en este último trimestre. En la segunda parte del año lo social puede contagiar a la política y las presiones internas podrían hacer descarrilar el rumbo”, avizoran.
Por su parte, la consultora Sarandí alertó que “los desafíos para el año próximo son múltiples y también los riesgos de desalineamiento. Tanto por dilemas macro, por problemas sectoriales, por un desanclaje de expectativas, como por tensiones políticas, el Ejecutivo deberá estar muy fino para ecualizar los equilibrios de las variables críticas con los objetivos políticos que van a ganar lugar en la agenda conforme se acerquen las elecciones”.
Para Sarandí, una inflación a la baja implicará un desafío fiscal adicional. “En el horizonte hay obstáculos. Que la dinámica de precios se modere implicará partidas indexadas por inflación pasada contra una (nueva) velocidad de los precios más reducida. Será necesaria pericia para mantenerse en el sendero fiscal. Sostenemos la previsión de déficit primario en 2,5% del PBI, según la letra del programa con el Fondo. Requerirá un recorte de 0,8% del PBI en asistencia social y de 0,6% del PBI en subsidios”, concluyeron.
Info: Infobae.