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Con la sequía como máxima preocupación, el campo proyecta un 2023 de alta incertidumbre

El enigma sobre las lluvias y su impacto en la macroeconomía, la estabilidad de las reglas de juego en un año electoral y algunos potenciales conflictos son las claves del próximo año

El campo cierra un año complejo, donde el clima volvió a ser un gran enemigo, con una sequía que produjo un desastre productivo en el trigo, afectó a la ganadería, a las economías regionales, a la lechería y actualmente condiciona la siembra de soja y maíz.

En este contexto, sumado a un desequilibrio macroeconómico que no pudo solucionarse, un panorama internacional cambiante, un año electoral por venir y aún con la mochila de la incertidumbre climática, el sector se apresta a ingresar a un 2023 lleno de desafíos políticos y económicos.

El campo necesita y ansía un cambio de etapa climática: que el fenómeno de “La Niña”, responsable de la fuerte sequía, finalmente se disipe. Los pronósticos hablan de un primer trimestre de transición hacia una regularización en el régimen de lluvias y en eso se basa la esperanza de los productores.

El daño en el caso del trigo ya fue hecho. Se prevé una cosecha 50% menor a la de la campaña previa, , mientras que la falta de lluvias retrasó fuertemente la implantación de soja y maíz. La trilla tomará fuerza recién hacia abril y mayo, posponiendo el ingreso de divisas en un marco económico débil y con las elecciones presidenciales en la mira de todo el arco político. En suma, incertidumbre para los próximos meses.

Para el presidente de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) y miembro del Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), José Martins, el año que viene será complejo en lo económico, en lo político y en lo productivo. “La cosecha de 2023 tiene un escenario complicado, con un trigo ya jugado, mientras que por el lado de la gruesa, la sequía hace que vengamos atrasados en el ritmo de siembra y que no se hayan cumplido los patrones de implantación histórico, lo que hace prever que no tengamos maíz y soja temprana en marzo, sino que la cosecha va a ser en abril y mayo”, destacó.

Martins da por hecho una menor cosecha triguera en diciembre y enero y una pobre recolección de maíz en marzo. Eso, dice, “va a provocar un estrés importante en el ingreso de divisas, que va a afectar la macroeconomía. La brecha cambiaria, la alta presión tributaria y un escenario eleccionario donde todo el tiempo se están cambiando las reglas de juego pueden provocar un fuerte desincentivo para lo que se tenga que plantar en el 2023″.

En esa línea, el dirigente empresarial sostuvo que “si el Gobierno deja de cambiar permanentemente las reglas de juego, si la macro se estabiliza y la inflación cede, estamos ante una posibilidad de crecer, pero mucho me temo que en un año electoral ese tipo de cosas no son viables, por lo que hay un escenario de incertidumbre para la siembra”.

“La política tiene que entender que, de una vez por todas, la agroindustria es la solución y no el problema”, afirmó Martins. El CAA planea presentar a todos los candidatos en 2023 “un paquete global de propuestas para decirles ‘este es el problema y esta la solución’’’, en paralelo al proyecto de ley de fomento para la agroindustria, que la entidad confeccionó junto al Gobierno años atrás y que todavía no fue tratado. “Se perdió el optimismo inicial”, dice Martins.

Lluvias y conflicto

El presidente de Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), Jorge Chemes, espera que en 2023 se normalicen las lluvias que golpearon de lleno al sector y no se complique aún más la nueva campaña de granos gruesos. De hecho, el dirigente considera que, a pesar del complejo panorama, en 2023 actividades como la ganadería y la agricultura puedan sortear la difícil situación si hay un corregimiento en el clima y una mejora en el tipo de cambio.

Pero el escenario que vislumbra para el entrante año en general no es bueno. “En lo económico vamos a tener una situación complicada; la sequía que estamos viviendo hizo caer los rendimientos y va a haber un saldo exportable menor. Esperemos que esta situación se revierta, pero no tengo dudas que los recursos del país se van a ver limitados”, dice Chames, quien brega por “medidas del Gobierno que busquen corregir la situación y atenuar el daño, porque el impacto en el interior va a ser muy fuerte, ya que las economías de muchos pueblos dependen casi un 100% de la producción agropecuaria”.

Asimismo, piensa que va a ser un año complicado en lo político, ya que sus representantes “no han tomado conciencia real de lo que vive el país y lo que se viene en 2023. Todas las contiendas o acuerdos que se vayan haciendo van a afectar de lleno a la situación económico-social. Va a ser un año desordenado, con idas y venidas e incertidumbre. Nadie está dando señales claras hacia dónde vamos y hace que la gente no sepa dónde está parada”.

En este marco, Chemes sostuvo que desde la Mesa de Enlace se seguirá desarrollando el trabajo con el Poder Legislativo, gobernadores y el Gobierno nacional para llevar a cabo sus iniciativas y reclamos, y aseguró que “el diálogo no lo vamos a cortar, lo vamos a sostener, pero si desde las bases se pide una medida nueva, la llevaremos adelante. ¿Si veo un año conflictivo? Yo creo que sí, que vamos a tener un año muy complicado, donde cada uno va a defender su posición, pero esperemos que todo este conflicto que se pueda generar no afecte al país”.

Otras opiniones

La visión de un 2023 complejo para el campo y el país es general, pero también, algunos sectores dentro del mundo agropecuario ven por demás complicado el aspecto político y de relación con el Gobierno nacional en especial y las iniciativas que se impulsan desde el mismo.

“Las perspectivas de la Asociación Argentina de Productores Agropecuarios (AAPA) para el nuevo año no son de las mejores, pues la realidad ha cambiado para peor y además estamos sumidos en el peor de los escenarios, con una sequía nunca antes vista ni vivida, y si a esto le sumamos la criminal presión impositiva que ahoga día a día a los productores del país, se torna casi en la tormenta perfecta”, dijo el presidente interino de la joven entidad, José María Llaver.

A todo esto, Walter Malfatto, integrante del “Grupo Independencia” entiende que “en 2023 los pequeños y medianos productores van a seguir saliendo de la actividad, la van a abandonar, porque no les conviene. Con 40 o 50 hectáreas no se puede producir y lo tienen que alquilar. Hoy el 70% ya está alquilado y no hay venta de maquinaria ni de camionetas y no se consiguen repuestos. hoy solo se puede reparar. En 2023 estaremos en una economía de guerra”.

“No obstante, tenemos más fe en el clima que en la política”, indicó Malfatto, y consideró que si el año que viene se da “un cambio de gobierno, vamos a poder negociar algo más, porque este Gobierno no lo escuchó nunca al campo. La esperanza está depositada en el 10 de diciembre, porque con este gobierno ya no se puede negociar nada. El 2023 está perdido en cuanto a la relación, por lo que no hay que desgastarse con esto”.

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