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Caputo apuesta a persuadir al mercado de que Argentina no caerá nuevamente en default, a pesar de la falta de reservas y del apoyo del FMI

En su último blog, Domingo Cavallo resume en solo un párrafo el gran desafío que enfrenta el Gobierno para los próximos meses. “Las últimas decisiones del equipo económico y del propio presidente Milei no demuestran urgencia en eliminar los controles de cambio y no parecen preocupados por aumentar las reservas. Son las condiciones necesarias para eliminar los riesgos de incumplimiento que todavía se reflejan en la magnitud de la tasa de riesgo-país”.

La reunión que mantuvo el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, con los principales referentes de las Alycs (Agentes de Liquidación y Compensación, antes conocidas como Sociedades de Bolsa) fue convocada aclarar cuestiones metodológicas del blanqueo, cuya fase más atractiva vence el 30 de septiembre. Pero el objetivo real fue otro: transmitir la voluntad de pago de los futuros vencimientos de deuda que debe enfrentar la Argentina. “Tenemos asegurados los fondos para pagar a los bonistas, incluyendo hasta enero de 2026″, aseguró el ministro.

El éxito del programa que puso en marcha Javier Milei depende en buena medida de evitar un nuevo default. Los esfuerzos para alcanzar tempranamente el superávit fiscal y los buenos resultados obtenidos en el combate contra la inflación quedarían en la nada si el Gobierno termina en otra reestructuración de la deuda.

Anticlimático

Fue difícil medir en estos últimos días el impacto de las promesas del ministro, porque coincidieron con dos jornadas negras para Wall Street. Todos los activos de riesgo fueron impactados, incluyendo a los bonos argentinos. El riesgo país volvió a superar el nivel de 1.600 puntos básicos al cierre del viernes.

Tanto en las declaraciones de Caputo como en las del Presidente queda más que claro que la voluntad de pago de la deuda es absoluta. Muy distinto a lo que sucedió en el gobierno de Alberto Fernández. A tal punto era la decisión de ir a una reestructuración ni bien asumió que una gran crítica al entonces ministro de Economía, Martín Guzmán, fue haber pagado los intereses de la deuda en los primeros meses de 2020. Ya para ese momento se había tomado la decisión de ir a una renegociación.

Es razonable y entendible que Caputo prometa que va a pagar, aunque todavía no esté claro cómo lo hará. Pero ningún acreedor le avisa al banco seis meses antes que no podrá devolver un crédito. Lo lógico es esperar hasta el último día antes del vencimiento para tratar de conseguir los fondos y no quedar moroso. Algo parecido sucede en este caso.

Los precios hablan por sí solos. Bonos cotizando a un promedio de 45 dólares y un riesgo país de 1.600 indican que el temor de los inversores respecto a un posible nuevo incumplimiento de la Argentina sigue siendo altísimo.

¿Significa, entonces, que el Gobierno se encamina a una nueva reestructuración? Para nada. Solo marca que los inversores creen que hay una alta probabilidad de que ello ocurra. Pero tranquilamente podrían equivocarse.

Dos caminos

Hay dos caminos para poder hacer frente a los vencimientos de deuda del año que viene, que suman poco menos de USD 10.000 millones, aunque la cifra bajaría a unos USD 6.000 millones teniendo en cuenta la deuda intra sector público y con organismos internacionales (que resulta muy factible de refinanciar).

Una opción es juntar los dólares para enfrentar los pagos. La otra es conseguir acceso a los mercados de capitales, como hace la mayoría de los países. Eso permitiría emitir nuevos bonos para pagar los vencimientos. No hay un aumento en el monto de la deuda, sino que la que vence se reemplaza con otra a plazos más largos.

Ése es el principal objetivo del ministro. En el último Staff Report del FMI se menciona la posibilidad de recuperar acceso a los mercado recién para fines de 2025. El camino, por lo tanto, es todavía muy largo.

La gran expectativa del equipo económico es seguir obteniendo resultados. Si se mantiene el superávit fiscal, la inflación baja y la economía empieza a recuperarse, entonces sería mucho más fácil recuperar la confianza de los inversores.

Cotización y dudas

La cotización de los bonos en alrededor de 45 dólares reflejan fielmente estas dudas. Pero todo hacen pensar que no se mantendrán así por mucho tiempo. Si se complica el financiamiento y se agranda la percepción de una reestructuración, podrían volver a cotizar cómodamente debajo de los 30 dólares.

Si por el contrario hay más señales claras de cumplimiento de los compromisos, entonces las precios tendrían un piso no menos a USD 75. Eso significa que la potencial ganancia que dejarían un escenario optimista no baja del 65% al 70% más los pagos semestrales de intereses.

Una salida exitosa del cepo es lo que posiblemente termine de convencer a los inversores sobre la capacidad de Gobierno de hacer frente a las futuras obligaciones que hay por delante.

Economistas como Iván Cachanosky (Eseade) y Fernando Marull creen que existen buenas chances que esto suceda en el cuarto trimestre, basados en el éxito de la “fase 2″ del plan. El estricto control de los agregados monetarios junto al mantenimiento del superávit fiscal son fundamentales para planificar una unificación sin grandes saltos del tipo de cambio.

Pero mientras la confianza tardar en aparecer, la política de Caputo es conseguir fondos frescos, una tarea que luce ardua. Por lo pronto, quedó descartado un desembolso extraordinario de USD 10.000 millones del FMI en el marco de un nuevo acuerdo.

Agosto empezó con algo de alivio por un préstamo del BID por USD 647 millones, que permitió recomponer algo de los USD 2.700 millones de reservas que se perdieron en julio.

De dónde los dólares

La apuesta hacia adelante es que los organismos multilaterales gatillen algunos prestamos adicionales. Además, también hay una ficha puesta en el blanqueo. Básicamente, si se blanquean dólares a través del sistema bancario local no hay costo. Si la suma es menor a USD 100.000 directamente es gratis. Y si se supera ese número, entonces se podrá optar por un amplio menú de inversiones hasta el 31 de diciembre de 2025.

El objetivo del blanqueo -tal como lo explicitó el ministro- no es recaudar, sino atraer dólares. Todo vale para salir de la “zona roja” de reservas netas, que hoy serían negativas por más de USD 6.000 millones.

Las grandes inversiones como las que promete Petronas junto a YPF en Río Negro o las de compañías mineras son bienvenidas. Pero no cambiarán demasiado la aguja de las divisas en el próximo año, porque llevan mucho tiempo hasta su implementación.

¿Sin reservas ni desembolso?

Sin una clara mejora en las reservas ni desembolso del Fondo a la vista, la opción para seducir a los inversores no puede pasar por mostrar liquidez que no existe. Caputo aseguró que hay un “repo” previsto, es decir entregar bonos como garantía a cambio de liquidez. Sin embargo, faltaron precisiones.

El golpe de confianza para los inversores debería pasar justamente por la eliminación de controles cambiarios en forma exitosa, aún en una situación delicada de reservas.

Es cierto que el contexto internacional no ayuda demasiado. Los inversores se volvieron en general más cautelosos ante la posibilidad que Estados Unidos caiga en recesión. Además, el precio de la soja se derrumbó desde USD 500 a USD 380 desde que asumió Milei. Y el real brasileño se viene depreciando fuerte, con un dólar que llegó a rozar los 5,75. Esta devaluación también le pone presión al peso, que al revés se viene apreciando en términos reales en los últimos meses.

Agosto puede ser un mes importante para lograr esos objetivos. Todo indica que habrá superávit financiero (hay pocos pagos por intereses), es probable que la inflación baje otro escalón y se apuesta a una leve recomposición de reservas. Si el contexto internacional ayuda, la posible salida del cepo se volvería más palpable.

Info: Infobae.

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