Se sabía que Tomás Etcheverry (51º) debía bailar con una de las más feas. No por lo estético, claro, sino por lo que iba a ocurrir en el polvo de ladrillo del Madrid Open. Luego de lo que había sido un trabajado debut con éxito ante Medjedovic, el platense quería seguir avanzando en la capital española.
En la segunda ronda se cruzó con Lorenzo Musetti (11º), reciente finalista en el Masters 1000 de Montecarlo, y cayó por 7-6 (3) y 6-2 en 1h47m.
Mientras el almanaque se deshoja y los meses pasan, Etcheverry continúa sin poder encontrar ese tenis agresivo y contundente que lo había elevado hace una temporada al lote de los 30 mejores. De hecho, en una temporada más que irregular (8 triunfos y 13 derrotas), no puede terminar de despegar. Y si bien presentó batalla durante el primer parcial y hasta mantuvo números positivos con el servicio (70% de primeros, ganando el 67%), no logró generar demasiado frente a un rival que le hizo pagar caro cada uno de sus errores.
El europeo de 23 años, que arribó al segundo Masters 1000 de la gira de polvo con mayor descanso dado que no disputó el ATP 500 de Barcelona, dominó el juego a su gusto. Más allá de necesitar un tiebreak para adueñarse de la manga inicial, en el segundo set todo fue para su lado. Como en la pirinola, tomó todo. O casi todo: generó 10 chances de quiebre y concretó tres de ellas. Asimismo, ganó los últimos cuatro games de manera consecutiva para bajarle el martillo al encuentro.
Ahora, Musetti, uno de los candidatos a hacer ruido, jugará en la siguiente instancia ante el ganador del cruce entre el griego Stefanos Tsitsipas (18º) y el alemán Jan-Lennard Struff (79º).
Por su parte, Etcheverry, entrenado por el Pulga De la Peña, aparece anotado en Estoril, donde partirá como uno de los ocho preclasificados y con tiempo para resetearse antes de Roland Garros, segunda máxima cita del año.