La Conmebol sigue haciendo inventos para complicar la vida de los aficionados. Lo curioso es que jamás busca con los formatos de los torneos fomentar la competitividad, sino que idea sistemas rarísimos que, para entenderlos, hay que hacer un curso en la NASA y, ni siquiera con eso, alcanza.
Es verdad que el formato actual (18 fechas, todos contra todos) es larguísimo y que muchas veces exige un esfuerzo desmesurado de los jugadores por la cantidad de kilómetros que deben recorrer fecha a fecha. Pero si ese fuera el objetivo para cambiar, se podrían aplicar recetas más eficaces, como por ejemplo agrupar las competencias con fechas que contemplen la ubicación regional u otras variantes factibles.
Pero hay que decir las cosas como son: a los dirigentes les importa un bledo el físico de los futbolistas y ceden ante exigencias económicas de los sponsors. Y el nuevo formato no responde a ese pedido de achicar la cantidad de viajes, sino a acomodar las fechas para permitir que los más poderosos (Brasil y Argentina) liberen fechas FIFA para jugar amistosos en lugares más rentables que les permitan cosechar dólares extra. Nadie se preocupa por la salud física y mental de los jugadores y lo que sigue rigiendo con cada uno de los inventos es la prepotencia del vil metal.
La propuesta que se está barajando no deja de asombrar porque amerita un montón de explicaciones y, además, porque contiene varios partidos en los que no se juegan por nada. Sí, aunque usted no lo crea: durante las futuras eliminatorias sudamericanas para el Mundial 2026 se disputarían al menos 6 partidos en los que no se pondría en juego clasificación alguna porque sus protagonistas ya tendrían asegurado el pasaje al Mundial de 2026.
Si el objetivo era no desgastar a los jugadores, ¿para qué jugar partidos que no tienen sentido? ¿Es tanta la tentación de abrirle la puerta a otros dos Argentina-Brasil? Pero vamos directamente al engendro que reemplazaría al formato que se viene utilizando desde la clasificación para el Mundial de Francia 1998, es decir desde hace 25 años.
El primer paso será formar dos grupos, uno A y otro B, de cinco equipos cada uno. Todavía no se conocen los argumentos ni las razones por las que cada equipo sería ubicado en cada zona. No se sabe si los lugares serán asignados a dedo o por sorteo. Ni tampoco si será por la ubicación en la última eliminatoria o por el ranking de FIFA.
Si la decisión se tomara por el lugar ocupado en la eliminatoria pasada (lo llamaremos hipótesis 1), los grupos serían así:
Grupo A: Brasil, Uruguay, Perú, Chile y Bolivia.
Grupo B: Argentina, Ecuador, Colombia, Paraguay y Venezuela.
O sea: los impares en el grupo A: 1º, 3º, 5º, 7º y 9º y los pares en el Grupo B: 2º, 4º, 6º, 8º y 10º. Si el criterio fuera por el ranking de FIFA (hipótesis 2), los grupos se integrarían:
Grupo A: Brasil (1º), Uruguay (13º), Perú (22º), Ecuador (46º) y Venezuela (58º).
Grupo B: Argentina (4º), Colombia (17º), Chile (28º), Paraguay (50º) y Bolivia (78º).
Este orden es provisorio, ya que el ranking de FIFA puede cambiar de aquí a que se conformen los grupos, porque entre esta nota y la elaboración de los grupos va a mediar un mundial, lo que podría cambiar estas ubicaciones.
Lo primero para decir y que seguramente sorprenderá a los lectores, es que los integrantes del Grupo A no jugarían entre sí sino con los que integrarían el Grupo B y viceversa. ¿Hay alguna explicación lógica para entender por qué un equipo del Grupo A juega con los del Grupo B y suma puntos en la tabla del A con rivales que no enfrenta? Sí: para tener dos Argentina-Brasil.
Vemos. Si tomáramos la hipótesis 1 (ubicación de los equipos por el puesto que ocuparon en las eliminatorias para Qatar), Brasil se enfrentaría con Argentina, Ecuador, Colombia, Paraguay y Venezuela, en partidos de ida y vuelta. O sea, jugaría 10 partidos. Pero los puntos que obtuviera serían para una competencia directa en la tabla con Uruguay, Perú, Chile y Bolivia.
Argentina, por su parte, debería chocar con Brasil, Uruguay, Perú, Chile y Bolivia. Pero sus puntos serían para superar a Ecuador, Colombia, Paraguay y Venezuela en el Grupo B. Y así sucesivamente.
El absurdo entonces sería que un equipo enfrentaría a cinco rivales, pero sus puntos servirían para superar a otros cuatro rivales con lo que jamás se cruzaría. Una vez terminada esta primera fase de diez partidos, los dos primeros de cada grupo quedarían clasificados para el mundial, los terceros y cuartos irían a una segunda fase y los quintos de cada zona quedarían eliminados.
Lo curioso es que los dos primeros de cada zona jugarían entre sí un Final Four con el objetivo de definir nada, ya que no estarían en juegos clasificaciones algunas. Ese Final Four serían partidos semifinales de ida y vuelta, lo mismo que las finales. El que se impusiera en ese cuadrangular se llevaría un beso de agradecimiento para su casa.
Los terceros y los cuartos jugarían también dos semifinales idea y vuelta, cruzados: los terceros contra los cuartos. Los ganadores de esos cruces también sacarían pasaje directo para el Mundial. Con lo quedarían cubiertas las seis plazas disponibles para 2026.
Los perdedores de esa semi jugarían otra eliminatoria ida y vuelta para ganar el derecho de disputar el repechaje con una asociación que todavía no fue decidida: sería África o Asia.
A modo de recordatorito digamos en el Mundial de 2026 que se jugará en México, Estados Unidos y Canadá, habrá 48 participantes (16 más que ahora, ya que antes lo disputaban los 31 que llegaban de las eliminatorias + el anfitrión del Mundial) y que los nuevos cupos serán: 16 para la UEFA (+3), 9,5 para África (+4,5), 8,5 para Asia (4), 6,5 para Conmebol (+2), 6,5 para Concacaf (+3) y 1 para Oceanía (+0,5, pero por fin consigue una clasificación directa al Mundial sin tener que depender de un repechaje). En las próximas eliminatorias habrá sólo 3,5 cupos para Concacaf porque Estados Unidos, Canadá y México ya estarán adentro por ser los anfitriones.
Si se aprueba este formato de eliminatorias sudamericanas, la competición empezaría en septiembre de 2023 y no en marzo, tal como se preveía en caso de continuar con las 18 fechas. (Ahora serían 14 jornadas).
Ya fue dicho que las 18 fechas implicaban un desgaste extremo para los sudamericanos que tenían que venir de Europa. ¿Pero no se podía hacer algo más razonable? Dos zonas de cinco, partidos ida y vuelta y a otra cosa (8 fechas). Eso de los cruces de zona es un disparate que no tiene gollete, más no sea para tener en el programa dos choques entre Argentina y Brasil, los que seguramente serán cabezas de grupo. De no ser por eso, no hay forma de sostener la razonabilidad de este formato.
La FIFA tendrá la última palabra en este asunto. Lo que tampoco es garantía de nada. Ya que el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, ya dejó claro que el negocio lo excita más que cualquier otra cosa.
Fuente: NA