Es una pared de plantas acuáticas. Son 522 metros de extensión, de orilla a orilla, entre el Faro y la punta de la Costanera Este, donde antiguamente estaba el complejo Piedras Blancas. En el cauce del río se erigen los antiguos pilotes ferroviarios en desuso. Apenas se ven entre las plantas.
Están alineados uno detrás del otro, cada 100 metros. Por estos días estos pilotes sirven de contención de los embalsados que viajan aguas abajo desde el delta superior de la Setúbal y quedan allí, atascados, formando una gran pared verde, ancha, muy ancha, que impide la navegación y el acceso a la laguna. Es un fenómeno natural. Curioso, por cierto.
A primera vista podría decirse que se trata de camalotes. Pero no son sólo camalotes. Los embalsados están compuestos de distintas especies de vegetación acuática que creció durante el período de bajante histórica del río Paraná -en los últimos tres años- sobre los suelos que emergieron. Son verdaderas comunidades acuáticas integradas por camalotes, canutillos, repollitos, catay, acordeón de agua y otras, tanto flotantes como arraigadas. En conjunto forman entramados sumamente heterogéneos. Y ahora, con el repunte del río, la fuerza de la corriente del agua ayudada por el viento hace que se desprendan del suelo que quedó nuevamente sumergido.
“Esta comunidad (de plantas) suele formar extensos embalsados en las márgenes de los cursos de agua, que durante las crecientes pueden desprenderse y ser arrastrados por la corriente de agua formando islas fotantes, importantes agentes para la dispersión de plantas y animales”, dice la guía “Plantas de agua del río Paraná Medio” (Ed. UNL. Autores: Berenice Schneider, Hernán Hadad y Estela Rodríguez).
Mirar la naturaleza
La publicación es una de las herramientas que utiliza por estos días un grupo de investigadores locales de distintas disciplinas científicas para analizar el comportamiento del Paraná Medio, en la zona de la Setúbal. El proyecto se llama “Socioecosistema Fluvial Paraná-Paraguay. Estudio argentino en el escenario de cambios globales”.
Estos investigadores dieron charlas abiertas y gratuitas en las playas durante el verano, sobre la diversidad del ambiente, los usos recreativos de la laguna y la interacción humana con la naturaleza. Y también hicieron foco sobre los embalsados que muchas veces impiden la navegación, como ocurre por estos días.
Es que los embalsados miden grandes dimensiones. Algunos llegan a tener hasta 100 metros de diámetro. La fuerza del viento y la corriente del río los arrastra en una majestuosa navegación sobre la superficie del agua, o a media agua. En algunos casos viajan también sobre las plantas distintas especies animales, como las serpientes, entre las que se encuentra la yarará. También se posan sobre las hojas una gran variedad de aves que habitan durante todo el año el humedal de la Setúbal.
El fenómeno no es nuevo. Ya había ocurrido antes, durante el verano, cuando repuntó el nivel del río. La curiosa novedad ahora es el bloqueo total del paso hacia la Setúbal. Antes quedaba siempre un acceso. Por estas horas, nada.