Caleta Olivia, en Santa Cruz, está a casi 2 mil kilómetros de la capital santafesina. En esa ciudad costera de unos 80 mil habitantes el ambiente es de estepa patagónica, seco, con un clima de temperaturas bajas y agradables -sólo el viento molesta- y se ubica a orillas del mar: tanto recurso acuífero no apto para el consumo humano en una región de explotación petrolera y donde escasea, justamente, el líquido vital. Los cortes de la red de distribución de agua potable son fijos por días y semanas.
Pero ante el problema surgió una posible solución, de la mano de la ciencia. Un grupo de investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), que viven en esa ciudad y allí tienen su laboratorio, lograron diseñar un dispositivo que desaliniza (le quita las sales) al agua marina, y convierte a ésta en apta para el consumo humano.
Este dispositivo es un prototipo, pero los resultados de la desalinización del agua de mar y su conversión a agua potable ya fue testeada en el laboratorio, completando todas las pruebas científicas necesarias. En un principio, podría abastecer del líquido vital a unas pocas viviendas; pero los investigadores ya trabajan en una iniciativa similar y a escala urbana, con la utilización de hidrógeno "verde" (que se genera con energía limpia) y una caldera industrial.
El Dr. Adrián Brunini es investigador superior del Conicet en la Unidad Académica Caleta Olivia, de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral (ver Quién es). Él junto a los científicos de su equipo de trabajo vienen desarrollando este proyecto desde hace seis años. Lo que motivó todo fue, justamente, la falta de agua potable en esa región.
"Aquí en Caleta Olivia y la zona ya no hay más lugares de dónde sacar agua apta para consumo humano para atender a la demanda domiciliaria. La falta de agua, además, dificulta cualquier desarrollo pyme, ganadero, comercial o industrial", pone en contexto Brunini.
El prototipo de este dispositivo ya está listo. Se construyó la planta piloto, y se realizaron todas las pruebas y ensayos: "En nuestro laboratorio hicimos la validación de todos los modelos matemáticos, termodinámicos, físicos y de funcionamiento", dice el científico del Conicet.
El agua producida es totalmente apta para consumo humano, destilada. "Sólo se le agregan los minerales necesarios (como carbonato de calcio). Y al ser ultra pura, también podrían utilizarse en la industria farmacéutica, en la industria electrónica, etcétera", asegura.
Un desarrollo de un equipo de investigación del CONICET permite la desalinización del agua de mar para consumo humano. El equipo, que no genera impacto ambiental podría funcionar con #HidrógenoVerde#CienciaArgentinahttps://t.co/O8sY9kP6Qe
— CONICET Dialoga (@CONICETDialoga) January 13, 2022
Cómo funciona
Lo que pensaron los científicos fue utilizar un tipo de sistema para la desalinización del agua de mar, que es un recurso inagotable. Y se les ocurrió desarrollar una tecnología nueva que copia el ciclo natural del agua. Ocurre que las tecnologías habituales que se aplican en México, California, países árabes e Israel, por ejemplo, tienen un alto impacto ambiental: utilizan muchos productos químicos que terminan contaminando el medio ambiente.
"Lo que logramos desarrollar es una tecnología que tiene un impacto ambiental unas 30 veces más bajo que de aquéllas", apunta Brunini. Se llama "humidificación/deshumidificación", y funciona así: hay agua salina, salobre o cualquiera que tenga sales (incluso arsénico). En este caso, se tomó agua de mar. A esa agua salina se la calienta en el dispositivo a 80 grados centígrados, no más. Luego es pasada por un humidificador que la pone en contacto con aire seco, de la atmósfera.
Al entrar en contacto el agua salina con ese aire seco, ese aire se humedece y absorbe el agua pura, no ya las sales. Después, a ese aire húmedo se le extrae la humedad -o el vapor de agua- en un deshumidificador. Luego se le agregan algunos minerales "sanos" y ¡voilà! Hay agua apta para consumo.
En un plazo promedio de uso del dispositivo en la planta piloto que es pequeña, a escala de un laboratorio, de tres por tres metros, se producen 10 litros por hora. "Pero si se quiere, se pueden producir, en otra escala de producción de agua potable, 100, mil o 100 mil litros", explica Brunini.
"Con esta tecnología, por ejemplo, una vivienda particular podría obtener el vital líquido mediante un calefón solar, pues no necesita de mucha energía", añade el investigador. Esto lleva a otro proyecto sobre el que ya se está trabajando: cómo abastecer de agua potable a una mayor escala, o de qué manera ir de lo domiciliario a lo urbano.
Hidrógeno, la clave
Entonces, la cuestión cambia si se piensa en abastecer mediante este sistema a una ciudad, por caso. "Si quisiéramos purificar agua para toda una ciudad, tendríamos que hablar de otra escala, porque la energía del panel solar de la vivienda puesta como ejemplo no alcanzaría", explica Brunini. Habría que pensar en una caldera para calentar el líquido elemental, y así empezar a humidificar y desalinizar.
"El problema es que en estos casos de gran escala, si a esa caldera se la hace funcionar con gas natural o gas butano, se quema el gas y se producen gases de efecto invernadero, y eso no es deseable. Tampoco es el espíritu de nuestro proyecto. Lo que se nos ocurrió entonces es generar una caldera que trabaje con hidrógeno en lugar de gas natural".
El hidrógeno "verde" (que es el generado por energías renovables, como la eólica), sería el combustible. Se quema y se genera el calor suficiente para la caldera. "A diferencia de lo que ocurre con el gas, que produce monóxido de carbono, dióxido de carbono y otros gases nocivos de efecto invernadero, al quemar hidrógeno hay un beneficio: lo único que produce en la chimenea de la caldera es vapor de agua. Ese vapor, al juntarse con el aire, genera agua potable", explica el especialista.
Este esquema de producción de agua potable, pensado a gran escala, "no tendría límites. Podría abastecerse a una ciudad, un pueblo, o para procesar desechos industriales", se entusiasma el Dr. Adrián Brunini.
Quién es
Adrián Brunini es Dr. en Astronomía e Investigador Superior del Conicet. Trabaja en la Unidad Académica de Caleta Olivia (Universidad Nacional de la Patagonia Austral, UNPA). Es director de su equipo de investigación, con el cual colaboran algunos investigadores de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), donde el científico trabajó más de 35 años.
Las próximas guerras mundiales y el avance del cambio climático
-Muchos pronosticadores de la modernidad dicen que las próximas guerras mundiales serán por el agua potable. Este desarrollo, pensado a gran escala, ¿podría acercar una solución para regiones cercanas a zonas costeras, por ejemplo?, consultó al Dr. Adrián Brunini.
-Sí, podría, no sólo en regiones que estén cercanas al mar, sino también en otras donde haya mucha agua salobres, con sales. Incluso ya pensamos en aplicar esta tecnología al problema de la industrialización del litio: ahí hay un terrible problema ambiental. Con nuestro desarrollo se puede tratar agua con cualquier contenido salino.
Y respecto del contexto global, el cambio climático no es una hipótesis: es un hecho, algo que se comprobó que está sucediendo. Con los modelos climatológicos ya se puede prever cómo va a ir evolucionando el clima en las próximas décadas si todo sigue igual y nada cambia.
Y el problema de la escasez del agua es cada vez más serio, porque además con la tecnificación de las industrias, como el agro con el uso de fertilizantes y agroquímicos, se está produciendo contaminación del agua, por más que se quiera negar. Se están salinizando todas las napas freáticas. Con todo, el problema del agua no va a mejorar, sino que tenderá a ser cada vez más crítico.
Con info de El Litoral.